miércoles, 16 de enero de 2008

Silencios

¡Levántate diaguita!
Irrumpe, sacúdete el polvo de la tierra arriera, embetuna tus manos con la greda alfarera, rompe el silencio con tu grito de piedra para que recorra las llanuras, sea eco en los cerros y en las quebradas mineras. Observa el desierto con sus ondulaciones, espejismos, brisas primaverales, lloviznas de invierno, despertar de pacules, amancayes y palos negros. Camina a pies descalzos hasta la cima del cerro déjate acariciar por la camanchaca en despertar de días nuevos.

¡Levántate diaguita! Busca agua para la majada y la tropa sedienta…

¡Levántate! Para cuajar el queso con tus manos rudimentarias hechas de cobre, galena y rocío de mañanas frescas.

Reconstruye los corrales, el huerto y tu casa de churqui. Recupera lo tuyo, la tierra perfumada por alcaparras y olivillos, el cielo infinitamente azul y las noches preñadas de luceros prendidos.

¡levántate diaguita! Alza tus plegarias al sol, a la luna, a las noches estrelladas.

¡Levántate! Desentierra tu obra de greda y píntala de nuevo con pulpas de generosas hiervas, graba en ellas tus alegrías y penas, dibuja las sombras multiformes de los cerros en atardeceres bellos.

¡Levántate diaguita! Vuelve de nuevo a poblar el desierto, para sentir voces y no silencios, tu risa y no sólo el canto del viento.

¡Levántate!… Regresa al Paitanás; valle generosos, de troncos gruesos, extiende tus brazos y por el camino del río cristalino… junta al Chango , con el Colla y forma un límite invisible de tres culturas que silenciaron sus voces.

¡Levántate ! por el tiempo infinito, como lo hiciste en cada mañana de cada verano, de cada invierno...

¡Levántate diaguita!… ¡Levántate!…