viernes, 4 de enero de 2013


ATARDECER

JBM

Los atardeceres son una de los momentos mas hermosos que recuerdo y cuando los observo descubro en ellos un bello encuentro con mi pasado, recuerdo aquellos que contemplaba  junto a mi padre en nuestra casa de barro,  allá  en el desierto de la tercera región, el sol lentamente se iba escondiendo entre los cerros que perezosamente se empezaban a vestir de sombras,  el cielo  se teñía levemente y bandadas de bandurrias ruidosas desfilaban  hacia el horizonte.

Como no recordar  los  atardeceres románticos  en  Puerto Huasco, sentado junto a un amor en el  roquerío que separa la playa chica de la grande,  miradas en el horizonte, silencio profundo, manos entrelazadas y una cabellera  acariciando mi hombro, el mar  texturado  en alamedas de plata y el cielo pintándose de rojo, el sol un círculo maravilloso que se iba sumergiendo lentamente plateando las aguas e incendiando el cielo. 

En mis  largos años, he contemplado muchos atardeceres, pero hubo uno que  me ha acompañado en el recuerdo, fue en la desembocadura del majestuoso río Maullin, las aguas del lago Llanquihue eran  un espejo donde se reflejaba el cielo, rojas como pétalos de  copihue como la sangre del Mapu-che, me senté bajo las coníferas gigantes   y contemplé al padre sol, su imagen me trasladó a la tierra de la divina, frente a mi, en el horizonte, estaba   el sol rojo del Pisco Capel y me sentí hijo de la tierra. Frente a mi,  la pachamama, capullos y brotes, amaneceres y atardeceres en el chungará, reflejo de luz en las aguas cristalinas del río que refrescó mi cuerpo infantil,  mi casa  en el desierto, el atardecer de mis viejos, el olvido de un amor y el silencio… si muchos silencios…mi cabellera encanada me va recordando mi propio atardecer.