ATARDECER
Los atardeceres son una de los momentos mas hermosos que recuerdo y cuando los observo descubro en ellos un bello encuentro
con mi pasado, recuerdo aquellos que contemplaba junto a mi padre en nuestra casa de barro, allá en
el desierto de la tercera región, el sol lentamente se iba escondiendo entre
los cerros que perezosamente se empezaban a vestir de sombras, el cielo
se teñía levemente y bandadas de bandurrias ruidosas desfilaban hacia el horizonte.
Como no recordar los atardeceres románticos en
Puerto Huasco, sentado junto a un amor en el roquerío que separa la playa chica de la
grande, miradas en el horizonte,
silencio profundo, manos entrelazadas y una cabellera acariciando mi hombro, el mar texturado
en alamedas de plata y el cielo pintándose de rojo, el sol un círculo
maravilloso que se iba sumergiendo lentamente plateando las aguas e incendiando
el cielo.
En mis largos años, he contemplado muchos
atardeceres, pero hubo uno que me ha
acompañado en el recuerdo, fue en la desembocadura del majestuoso río Maullin,
las aguas del lago Llanquihue eran un
espejo donde se reflejaba el cielo, rojas como pétalos de copihue como la sangre del Mapu-che, me senté
bajo las coníferas gigantes y contemplé
al padre sol, su imagen me trasladó a la tierra de la divina, frente a mi, en
el horizonte, estaba el sol rojo del
Pisco Capel y me sentí hijo de la tierra. Frente a mi, la pachamama, capullos y brotes, amaneceres y
atardeceres en el chungará, reflejo de luz en las aguas cristalinas del río que
refrescó mi cuerpo infantil, mi casa en el desierto, el atardecer de mis viejos, el
olvido de un amor y el silencio… si muchos silencios…mi cabellera encanada me
va recordando mi propio atardecer.
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