Diaguita
(Julio Bordon Mercado)
Desde pequeño solía recorrer los valles del desierto, me internaba en las quebradas y escalaba los cerros, especialmente cuando; y como consecuencia de una fugaz
lluvia, el desierto se vestía con flores
multicolor. En medio de ese maravilloso
paisaje pasaba horas sentado y escuchando
el canto del agua; de pequeños riachuelos; recorriendo entre las piedras, me deleitaba
observar las arguenitas o enredaderas
silvestres colgando desde los peñazcos o
enredándose en los amancayes que orgullosamente mostraban sus flores amarillas,
a lo lejos añañucas coqueteando con los
azulosos lirios, narcisos,
estrellitas, manzanillas, alcaparras y si fuera poco coros de pájaros
construyendo sus nidos entre los palos negros y las varillas. ¡Cómo me
encantaba observar esas bandadas que surcaban el cielo limpio de mi tierra!.
En mis aventuras, me acompañaba mi perro pastor, un animal fiel y juguetón,
que con sus manos grandes escarbaba para tratar de conseguir un “liguano”, una langosta que por
miles saltaban de un lado a otro, atrapar una mariposa habían de diferentes
colores, tamaños y siempre se mantenían danzando al compás de la suave brisa.
La madre tierra me acogía entre cerros y camanchaca. En ella
y desde mucho antes que llegaran desde el viejo mundo los depredadores,
surgieron pequeños caseríos que albergaron familias arrieras, mineras y
campesinas, fueron mis antepasados; Diaguitas; que tallaron la piedra,
curtieron el cuero y convirtieron el barro en cacharros para almacenar el agua
y la comida. En su pequeño oasis construyeron corrales, ranchos, huertos y
familia.
Las familias arrieras, mineras y campesinas se han
extinguido, no queda nada, se
derrumbaron los ranchos, los corrales, sólo quedan
algunas higueras centenarias y pimientos sombríos que resisten como mudos testigos de una historia escondida, no contada en fin olvidada.
Es tiempo para que vuelva a mi desierto florido, me sentaré
sobre las peñas, comeré un Copao y escucharé el ruido del silencio, el grito de
un Chilla o el vuelo de una chicharra perdiéndose a lo lejos…